José Clemente Orozco fue un hombre genuinamente definido por los acontecimientos de su época que, a su vez y desde su arte, definió el espíritu de un periodo trascendente en la conformación del país, tal y como ahora lo conocemos. Su trabajo estuvo delimitado generalmente por un compromiso político ligado a lo moral y el ejercicio intelectual como labor realmente trascendente sólo si estaba unido al compromiso social. El arte generado por Orozco no tenía la vocación burguesa de exponerse en galerías o museos, el escaparate ideal eran los espacios públicos para lograr eco entre el pueblo, o los periódicos y publicaciones que llegaran directamente a las manos del pueblo.
Los murales son la obra más difundida de José Clemente Orozco, pero también hay en su obra una dedicación constante a la caricatura, consecuencia de su gran admiración por los trabajos de José Guadalupe Posada. Durante la breve presidencia de Francisco I. Madero Orozco comenzó a realizar caricaturas políticas y series de acuarelas que ilustraban la vida de las prostitutas. En 1919, a la par que pintaba los murales que lo definirían como un artista trascendental del siglo XX, su quehacer caricaturístico se intensificaba, apareciendo publicada en diversos diarios y publicaciones periódicas (El Mundo Ilustrado, El Ahuizote, El Malora (publicación de la que fue director), El Machete y El Universal, entre otros), en los que caricaturizó a políticos, costumbres y estereotipos del mexicano.
Parte de esta experiencia en la obra de José Clemente Orozco es lo que Casa Principal presenta en Forma y forja: Gráfica posrevolucionaria, exhibición donde el visitante encontrará algunos de los cartones que van desde el humor más popular, hasta la crítica feroz al sistema político nacional.